La importancia de los textos bíblicos sobre ofrendas y diezmos: Un camino en torno a la dicha divina
«En este artículo exploraremos algunos de los textos bíblicos más impactantes que hablan del bienquerencia
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La caridad no se demuestra solamente con la limosna, sino sobre todo con el hecho de comunicar a los demás las enseñanzas divinas y prodigarles cuidados corporales (SAN MÁXIMO, Sobre la caridad, 1).
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Que en esta casa que son pocas todas han de ser amigas, todas se han de galantear, todas se han de querer, todas se han de ayudar; y guárdense de estas particularidades por amor del Señor, por santas que sean, que inclusive entre hermanos acaece ponzoña; ningún provecho en ello veo; y si son deudos es muy peor (SANTA TERESA, Camino de perfección, 4, 7).
Pero no es lo suficientemente sobresaliente como para angustiar al pueblo de Jehová que está viviendo dentro de su provisión y aprovechando sus posibles para su empíreo.
Cuando yo veo almas muy diligentes a entender la oración que tienen y muy encapotadas cuando están en ella (que parecen no osan bullir, ni menear el pensamiento, porque no se les vaya un poquito de capricho y devoción que han tenido), hácese ver cuán poco entienden del camino por donde se alcanza la unión. look at this site Y piensan que allí está todo el negocio.
En cuanto a la ofrenda para los santos, hagan ustedes incluso de la misma modo que ordené a las iglesias de Galacia.
Lo más precioso de todo es que el doctrina financiero de la iglesia no está basado en estrategias e ideas humanas sino sobre principios bíblicos.
No prohíbe el Señor la reprensión y corrección de las faltas de los demás, sino el menosprecio y el olvido de los propios pecados, cuando se reprenden los del prójimo.
Más inclusive, debemos orar por ellos y no dejarnos vencer del mal, sino vencer el mal con el correctamente (Santo ANTONIO MARIA ZACARÍGanador, Sermón a sus hermanos de religión).
Entre tanto la idea del diezmo fue calando -como cala la pertinaz copia sobre la tierra- en la mente y conciencia del labrador a través de los siglos; de tal modo, que llegó a ser tan frecuente separar la décima parte de lo cosechado, como el sencillo acto de yantar o respirar.
Teniendo un deseo inmenso del sufrimiento, acudí a las cartas de San Pablo, para tratar de hallar una respuesta. Mis Luceros dieron casualmente con los capítulos doce y trece de la primera carta a los Corintios, y en el primero de ellos leí que no todos pueden ser al mismo tiempo apóstoles, profetas y doctores, que la Iglesia consta de diversos miembros y que el ojo no puede ser al mismo tiempo mano. Una respuesta correctamente clara, ciertamente, pero no suficiente para satisfacer mis deseos y darme paz.